Wednesday, January 26, 2011

La Campaña de Invasión

La Campaña de Invasión
La Campaña de Invasión por José Miró


Oriente

22 de octubre de 1895 - Baraguá


El día 22 de Octubre partió de Baraguá la columna expedicionaria, tomando el camino de Holguín por la margen derecha del Cauto, vía que no recorrían los españoles y la más breve para llegar sin obstáculos al territorio de Camagüey. Si el general Martínez Campos estaba prevenido, como era de suponerse, contra los intentos del jefe cubano, le sería muy difícil llevar a cabo cualquiera operación estratégica sobre la línea divisoria del departamento Oriental, en atención a la larga distancia que necesariamente tendría que salvar la columna que saliera de Holguín, acto indispensable para el buen éxito de la operación. La primera marcha fue muy penosa, de nueve leguas, por terrenos inundados, y cayendo recios aguaceros; se acampo en la sitiería del Júcaro, ya muy entrada la noche. Al día siguiente se continuó la ruta por la misma ribera del Cauto y caminos igualmente pésimos hasta Guayacán, donde se dio un buen descanso a la tropa: nuestra vanguardia vivaqueo en Sabanilla. A este punto llego el centro de la columna el 25, se situaron los puestos avanzados en la vega de Pestán, lugar designado para la incorporación de algunas fuerzas de infantería. De Pestán se pasó a Corral Nuevo el 28, y el 30 nos dirigirnos al hato de Mala Noche, encrucijada de los caminos de Holguín, Tunas y Bayamo"...


3 de noviembre de 1895 - Las Tunas


Antes de partir de Mala Noche se enviaron órdenes terminantes al jefe de la 2ª División para que activara la marcha del contingente que habían de dar las fuerzas de Manzanillo y Bayamo. A las seis de la mañana (3 de Noviembre) desfilaba nuestra columna por el camino de las Tunas, con el intento de hacer una marcha de diez o doce leguas ese día; pero fue necesario detenernos en Río Abajo, límite de la jurisdicción de Holguín, y acampar en dicho sitio, al tenerse noticias de que en Vista Alegre se hallaban considerables fuerzas españolas; a media jornada corta de nuestra vanguardia. Casi al mismo tiempo, por conducto confidencial, se recibieron informes de que otra columna, desde la plaza de Holguín, había tomado el camino de Mala Noche, para operar indudablemente en combinación con la de Tunas, y con el intento de impedirnos el paso a Camagüey. Eludir combates durante nuestra marcha por el departamento Oriental era punto resuelto por la dirección de la campaña, porque aparte de razones políticas, interesaba adelantar camino, para de acuerdo con los planes concertados con el jefe del ejército, invadir el departamento Central en los primeros días de Diciembre. Toda función de guerra supone una dilación más o menos larga, bajas en las filas y entretenimiento de personal para el transporte y seguridad de los heridos. Por estas razones, el general Maceo trataba de evitar un choque con la columna que teníamos á vanguardia, manteniéndose á la defensiva si era atacado, no inspirándole temor alguno la que venía por la huella, puesto que no podía darnos alcance de ningún modo, ni aun en el caso de que acortase la ruta por el camino de Aguarás, en vez de dirigirse á Mala Noche, y se situara después sobre el de Tunas á Guáimaro, á marchas forzadas. En previsión de lo primero, se comunicaron instrucciones al brigadier Capote, jefe de la división de Tunas y Holguín, para que estuviera sobre el enemigo y vigilara sus ulteriores movimientos"...


8 de noviembre de 1895 - Antón


Volvemos a anudar el relato de los sucesos, que dejamos interrumpido en los momentos en que el cuerpo invasor oriental cruzaba el río Jobabo (8 de Noviembre), a las pocas horas de haberse ventilado el último choqué con la brigada del coronel Nario. A media tarde los españoles ocuparon el vado y las márgenes del río, no para continuar la operación, sino para emprender, al día siguiente, el camino de Guáimaro en definitiva retirada (1). En previsión tal vez de una batida general, se replegaron precipitadamente las avanzadas enemigas que vigilaban los embarcaderos del Tana y del Sevilla, los dos ríos más caudalosos de la región. Al acampar en el territorio de Camagüey, encontramos perfectamente organizado el servicio de comunicaciones; circunstancia que nos permitió orientarnos con exactitud e inquirir informes sobre los movimientos de las tropas españolas, de su modo de operar, del radio que abarcaban en sus exploraciones, así como de los puntos más transitados por las fuerzas cubanas en aquella zona. El mismo día 8 supimos que el general Rodríguez se hallaba a dos jornadas cortas de nuestro campamento. Prosiguiendo la ruta por el Sudoeste de la comarca, atravesamos algunos parajes montuosos, senderos estrechos, casi cerrados por el bosque, vestigios aun de la tierra oriental que poco después desaparecieron del todo en las inmensas llanuras de Camagüey. Nos hallamos en el país de las hermosas ganaderías y de las exuberantes praderas, donde la vista se fatiga contemplando un panorama que parece un mar de verdura, sin más límite que el horizonte. Surge a veces algún sitio habitado o un grupo de árboles como islotes en medio del océano, que no alteran la uniformidad de la perspectiva. No habiendo pasado por allí la mano devastadora de la guerra, se desarrollaban los cuadros más animados y hechiceros sobre aquel oleaje de vegetación lujuriosa, que servía de mullido lecho al ganado vacuno y a las yeguadas en ceba, amantes en comunidad y repartiéndose el inagotable patrimonio. Si alguna vez el azote de la terrible discordia acabara con la vida de estos lugares, dejando únicamente la obra de la naturaleza un paisaje grandioso pero mudo, ¡qué sensación de pesar no experimentaría el caminante que hubiese admirado el vigor y fecundidad de estas praderas!"...



Camagüey

22 de noviembre de 1895 - Las Guásimas


Marchando lentamente, sin haber tenido una sola escaramuza, el cuerpo invasor llevaba andadas 40 leguas por el territorio de Puerto Príncipe, y nos faltaba poco más o menos la misma distancia para llegar al punto peligroso de la travesía, la trocha militar de Morón, rebasada la cual, en el supuesto de efectuarlo con fortuna, nos hallaríamos en otro escenario más agitado y abundante en peripecias que el recorrido hasta ahora. Vivamente se anhelaba cambiar de teatro, aunque la transición fuese lo más brusca, y de la nueva situación se derivasen lances arriesgados, disputas terribles y funciones imponentes. Habíamos explorado casi todo el país que el ilustre Agramonte llenó con sus hazañas: sobre aquel cielo transparente se destacaba la silueta del caudillo cabalgando en su corcel de guerra, delante del regimiento que llevaba su nombre glorioso. Habíamos faldeado la sierra de Najasa, cruzado la extensa comarca del Príncipe, la ciudad de las piadosas tradiciones, cuna del Lugareño y de Agramonte; y más atrás, ya lejos, quedaba la fatídica sima en que se hundieron los sacrificios de una epopeya de diez años, ¡el vitando Zanjón!... Visitamos el campo de las Guásimas, donde se ventiló en 1874 el encarnizado combate que ha dado celebridad a ese sitio, lleno de recuerdos para muchos de nuestros soldados que tomaron parte en aquella acción; volvían a pasar por allí ¡después de veinte años! defendiendo la misma bandera, mandados por el mismo capitán y, como entonces, en camino de Occidente. ¿Retornaremos algún día victoriosos?; ¿cuál será el resultado final de nuestra empresa?; ¿tendremos la suerte de vivaquear otra vez en este sitio memorable, y repasar las páginas de hoy, enriquecidas con los fastos de la gran jornada? Ante el raro concierto de sucesos propicios que la casualidad amontonaba sobre nuestra ruta, haciendo marchar unidos el pasado y el presente, en estrecha relación hombres y lugares, pudiera decirse que la sangre derramada en las Guásimas había sido fecunda, y que la obra entera de la Revolución se encaminaba al mismo fin, bajo los prósperos augurios de las coincidencias. Pero al buscar nuestros soldados los parajes donde cayeron sus antiguos camaradas, no hallaron ni vestigios de la mortandad, porque la naturaleza había borrado todas las huellas de la encarnizada discordia, echando sobre las humildes sepulturas un manto nuevo de vegetación"...


29 de noviembre de 1895 - Las columnas de Hércules


Por fin estamos sobre la Trocha, el temible valladar construido por los españoles en la guerra anterior para impedir la invasión a Las Villas, y en el que basaba ahora Martínez Campos sus combinaciones estratégicas, creyéndolo muro bastante sólido para detener las correrías de las fuerzas cubanas, o batirlas por completo si alguna vez lograban traspasar la famosa barrera. ¿Qué era la Trocha? A juicio de un militar español, ya citado en estas páginas, "una débil estacada que de nada servía, fuera de señalar la cruzada por ella de los insurrectos. Medía desde Júcaro a Morón 17 leguas de longitud y contaba con 33 fuertes, todos ellos protegidos en la extensión de la línea por una estacada, más un foso en algunos kilómetros. La estacada no tenía solidez; los fuertes, con alguna excepción, estaban mal construidos y el conjunto de la Trocha no obedecía a ningún cálculo científico. No hubiera detenido la marcha de un enemigo bien organizado con artillería; hubiera opuesto débil resistencia a dos batallones de cazadores, y no detuvo el paso de Máximo Gómez con algunos centenares de hombres. Los partidarios de la Trocha dicen que cuando el enemigo la cruzó, fue debido al error de haberse distraído fuerzas para cubrir otros puntos. Será eso cierto; pero hay que tener presente que en una línea extensa de guarnición permanente, puede haber descuidos, bien por la monotonía del servicio, o por equivocación de una orden, o por causas imprevistas en los frecuentes relevos de los jefes. El menor descuido, no imposible, como la práctica demuestra en todas las guerras, es precisamente el momento oportuno que la vigilancia o la sagacidad del enemigo aprovecha: el momento oportuno lo aprovechó el general insurrecto (Máximo Gómez). Invadidas Las Villas, las gentes que no sabían lo que era la Trocha, se impresionaron y se levantó una atmósfera de absurdos comentarios contra el capitán general José de la Concha". Esta misma argumentación, esgrimida por un adversario leal, para demostrar la inutilidad de esa línea defensiva en la guerra anterior, podía también aplicarse a la aparatosa marcialidad desplegada por el jefe del ejército español en la campaña de 1895, porque tal como se hallaba el valladar en ese período de la guerra, no era dique bastante para obstruir el paso de la caballería cubana, y verificado que fuese con fortuna su acceso, se comentaría por la opinión pública de una manera muy desfavorable para la autoridad militar, debido a que todos los informes oficiales pregonaban las excelencias de ese muro de contención y el mismo general Martínez Campos, a propósito de la Trocha, tuvo la frase (aguda en demasía) de que allí estaba la ratonera abierta para Maceo y sus secuaces. Era, pues, natural (y no hay que culpar de ello a la ignorancia del vulgo, sino a las aseveraciones de los hombres doctos) que traspasada la frontera que se tenía por infranqueable, se alarmaran los ánimos con sobrado motivo, cual sucedió por causas idénticas al alborear el año de 1875, en que el general Gómez cruzó la formidable línea casi impunemente con buen número de infantes y caballos"...




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