Wednesday, January 26, 2011

La Campaña de Invasión

La Campaña de Invasión
La Campaña de Invasión por José Miró


Oriente

22 de octubre de 1895 - Baraguá


El día 22 de Octubre partió de Baraguá la columna expedicionaria, tomando el camino de Holguín por la margen derecha del Cauto, vía que no recorrían los españoles y la más breve para llegar sin obstáculos al territorio de Camagüey. Si el general Martínez Campos estaba prevenido, como era de suponerse, contra los intentos del jefe cubano, le sería muy difícil llevar a cabo cualquiera operación estratégica sobre la línea divisoria del departamento Oriental, en atención a la larga distancia que necesariamente tendría que salvar la columna que saliera de Holguín, acto indispensable para el buen éxito de la operación. La primera marcha fue muy penosa, de nueve leguas, por terrenos inundados, y cayendo recios aguaceros; se acampo en la sitiería del Júcaro, ya muy entrada la noche. Al día siguiente se continuó la ruta por la misma ribera del Cauto y caminos igualmente pésimos hasta Guayacán, donde se dio un buen descanso a la tropa: nuestra vanguardia vivaqueo en Sabanilla. A este punto llego el centro de la columna el 25, se situaron los puestos avanzados en la vega de Pestán, lugar designado para la incorporación de algunas fuerzas de infantería. De Pestán se pasó a Corral Nuevo el 28, y el 30 nos dirigirnos al hato de Mala Noche, encrucijada de los caminos de Holguín, Tunas y Bayamo"...


3 de noviembre de 1895 - Las Tunas


Antes de partir de Mala Noche se enviaron órdenes terminantes al jefe de la 2ª División para que activara la marcha del contingente que habían de dar las fuerzas de Manzanillo y Bayamo. A las seis de la mañana (3 de Noviembre) desfilaba nuestra columna por el camino de las Tunas, con el intento de hacer una marcha de diez o doce leguas ese día; pero fue necesario detenernos en Río Abajo, límite de la jurisdicción de Holguín, y acampar en dicho sitio, al tenerse noticias de que en Vista Alegre se hallaban considerables fuerzas españolas; a media jornada corta de nuestra vanguardia. Casi al mismo tiempo, por conducto confidencial, se recibieron informes de que otra columna, desde la plaza de Holguín, había tomado el camino de Mala Noche, para operar indudablemente en combinación con la de Tunas, y con el intento de impedirnos el paso a Camagüey. Eludir combates durante nuestra marcha por el departamento Oriental era punto resuelto por la dirección de la campaña, porque aparte de razones políticas, interesaba adelantar camino, para de acuerdo con los planes concertados con el jefe del ejército, invadir el departamento Central en los primeros días de Diciembre. Toda función de guerra supone una dilación más o menos larga, bajas en las filas y entretenimiento de personal para el transporte y seguridad de los heridos. Por estas razones, el general Maceo trataba de evitar un choque con la columna que teníamos á vanguardia, manteniéndose á la defensiva si era atacado, no inspirándole temor alguno la que venía por la huella, puesto que no podía darnos alcance de ningún modo, ni aun en el caso de que acortase la ruta por el camino de Aguarás, en vez de dirigirse á Mala Noche, y se situara después sobre el de Tunas á Guáimaro, á marchas forzadas. En previsión de lo primero, se comunicaron instrucciones al brigadier Capote, jefe de la división de Tunas y Holguín, para que estuviera sobre el enemigo y vigilara sus ulteriores movimientos"...


8 de noviembre de 1895 - Antón


Volvemos a anudar el relato de los sucesos, que dejamos interrumpido en los momentos en que el cuerpo invasor oriental cruzaba el río Jobabo (8 de Noviembre), a las pocas horas de haberse ventilado el último choqué con la brigada del coronel Nario. A media tarde los españoles ocuparon el vado y las márgenes del río, no para continuar la operación, sino para emprender, al día siguiente, el camino de Guáimaro en definitiva retirada (1). En previsión tal vez de una batida general, se replegaron precipitadamente las avanzadas enemigas que vigilaban los embarcaderos del Tana y del Sevilla, los dos ríos más caudalosos de la región. Al acampar en el territorio de Camagüey, encontramos perfectamente organizado el servicio de comunicaciones; circunstancia que nos permitió orientarnos con exactitud e inquirir informes sobre los movimientos de las tropas españolas, de su modo de operar, del radio que abarcaban en sus exploraciones, así como de los puntos más transitados por las fuerzas cubanas en aquella zona. El mismo día 8 supimos que el general Rodríguez se hallaba a dos jornadas cortas de nuestro campamento. Prosiguiendo la ruta por el Sudoeste de la comarca, atravesamos algunos parajes montuosos, senderos estrechos, casi cerrados por el bosque, vestigios aun de la tierra oriental que poco después desaparecieron del todo en las inmensas llanuras de Camagüey. Nos hallamos en el país de las hermosas ganaderías y de las exuberantes praderas, donde la vista se fatiga contemplando un panorama que parece un mar de verdura, sin más límite que el horizonte. Surge a veces algún sitio habitado o un grupo de árboles como islotes en medio del océano, que no alteran la uniformidad de la perspectiva. No habiendo pasado por allí la mano devastadora de la guerra, se desarrollaban los cuadros más animados y hechiceros sobre aquel oleaje de vegetación lujuriosa, que servía de mullido lecho al ganado vacuno y a las yeguadas en ceba, amantes en comunidad y repartiéndose el inagotable patrimonio. Si alguna vez el azote de la terrible discordia acabara con la vida de estos lugares, dejando únicamente la obra de la naturaleza un paisaje grandioso pero mudo, ¡qué sensación de pesar no experimentaría el caminante que hubiese admirado el vigor y fecundidad de estas praderas!"...



Camagüey

22 de noviembre de 1895 - Las Guásimas


Marchando lentamente, sin haber tenido una sola escaramuza, el cuerpo invasor llevaba andadas 40 leguas por el territorio de Puerto Príncipe, y nos faltaba poco más o menos la misma distancia para llegar al punto peligroso de la travesía, la trocha militar de Morón, rebasada la cual, en el supuesto de efectuarlo con fortuna, nos hallaríamos en otro escenario más agitado y abundante en peripecias que el recorrido hasta ahora. Vivamente se anhelaba cambiar de teatro, aunque la transición fuese lo más brusca, y de la nueva situación se derivasen lances arriesgados, disputas terribles y funciones imponentes. Habíamos explorado casi todo el país que el ilustre Agramonte llenó con sus hazañas: sobre aquel cielo transparente se destacaba la silueta del caudillo cabalgando en su corcel de guerra, delante del regimiento que llevaba su nombre glorioso. Habíamos faldeado la sierra de Najasa, cruzado la extensa comarca del Príncipe, la ciudad de las piadosas tradiciones, cuna del Lugareño y de Agramonte; y más atrás, ya lejos, quedaba la fatídica sima en que se hundieron los sacrificios de una epopeya de diez años, ¡el vitando Zanjón!... Visitamos el campo de las Guásimas, donde se ventiló en 1874 el encarnizado combate que ha dado celebridad a ese sitio, lleno de recuerdos para muchos de nuestros soldados que tomaron parte en aquella acción; volvían a pasar por allí ¡después de veinte años! defendiendo la misma bandera, mandados por el mismo capitán y, como entonces, en camino de Occidente. ¿Retornaremos algún día victoriosos?; ¿cuál será el resultado final de nuestra empresa?; ¿tendremos la suerte de vivaquear otra vez en este sitio memorable, y repasar las páginas de hoy, enriquecidas con los fastos de la gran jornada? Ante el raro concierto de sucesos propicios que la casualidad amontonaba sobre nuestra ruta, haciendo marchar unidos el pasado y el presente, en estrecha relación hombres y lugares, pudiera decirse que la sangre derramada en las Guásimas había sido fecunda, y que la obra entera de la Revolución se encaminaba al mismo fin, bajo los prósperos augurios de las coincidencias. Pero al buscar nuestros soldados los parajes donde cayeron sus antiguos camaradas, no hallaron ni vestigios de la mortandad, porque la naturaleza había borrado todas las huellas de la encarnizada discordia, echando sobre las humildes sepulturas un manto nuevo de vegetación"...


29 de noviembre de 1895 - Las columnas de Hércules


Por fin estamos sobre la Trocha, el temible valladar construido por los españoles en la guerra anterior para impedir la invasión a Las Villas, y en el que basaba ahora Martínez Campos sus combinaciones estratégicas, creyéndolo muro bastante sólido para detener las correrías de las fuerzas cubanas, o batirlas por completo si alguna vez lograban traspasar la famosa barrera. ¿Qué era la Trocha? A juicio de un militar español, ya citado en estas páginas, "una débil estacada que de nada servía, fuera de señalar la cruzada por ella de los insurrectos. Medía desde Júcaro a Morón 17 leguas de longitud y contaba con 33 fuertes, todos ellos protegidos en la extensión de la línea por una estacada, más un foso en algunos kilómetros. La estacada no tenía solidez; los fuertes, con alguna excepción, estaban mal construidos y el conjunto de la Trocha no obedecía a ningún cálculo científico. No hubiera detenido la marcha de un enemigo bien organizado con artillería; hubiera opuesto débil resistencia a dos batallones de cazadores, y no detuvo el paso de Máximo Gómez con algunos centenares de hombres. Los partidarios de la Trocha dicen que cuando el enemigo la cruzó, fue debido al error de haberse distraído fuerzas para cubrir otros puntos. Será eso cierto; pero hay que tener presente que en una línea extensa de guarnición permanente, puede haber descuidos, bien por la monotonía del servicio, o por equivocación de una orden, o por causas imprevistas en los frecuentes relevos de los jefes. El menor descuido, no imposible, como la práctica demuestra en todas las guerras, es precisamente el momento oportuno que la vigilancia o la sagacidad del enemigo aprovecha: el momento oportuno lo aprovechó el general insurrecto (Máximo Gómez). Invadidas Las Villas, las gentes que no sabían lo que era la Trocha, se impresionaron y se levantó una atmósfera de absurdos comentarios contra el capitán general José de la Concha". Esta misma argumentación, esgrimida por un adversario leal, para demostrar la inutilidad de esa línea defensiva en la guerra anterior, podía también aplicarse a la aparatosa marcialidad desplegada por el jefe del ejército español en la campaña de 1895, porque tal como se hallaba el valladar en ese período de la guerra, no era dique bastante para obstruir el paso de la caballería cubana, y verificado que fuese con fortuna su acceso, se comentaría por la opinión pública de una manera muy desfavorable para la autoridad militar, debido a que todos los informes oficiales pregonaban las excelencias de ese muro de contención y el mismo general Martínez Campos, a propósito de la Trocha, tuvo la frase (aguda en demasía) de que allí estaba la ratonera abierta para Maceo y sus secuaces. Era, pues, natural (y no hay que culpar de ello a la ignorancia del vulgo, sino a las aseveraciones de los hombres doctos) que traspasada la frontera que se tenía por infranqueable, se alarmaran los ánimos con sobrado motivo, cual sucedió por causas idénticas al alborear el año de 1875, en que el general Gómez cruzó la formidable línea casi impunemente con buen número de infantes y caballos"...




Tuesday, January 25, 2011

La Campaña de Invasión - Segunda Parte

La Campaña de Invasión - Segunda Parte
La Campaña de Invasión por José Miró


Las Villas

3 de diciembre de 1895 - Las Villas


"Dos leguas mediaban del campamento de Trilladeritas al río Hatibonico, límite geográfico de Camagüey por el Oeste (y no la Trocha militar de Júcaro a Morón, línea puramente accidental); distancia que salvó nuestra columna en las primeras horas de la mañana del 3 de Diciembre para entrar a paso de carga en el grandioso escenario de Las Villas, cuya inauguración habría de ser tan memorable en los fastos de la guerra. El aspecto del país, poco o nada había cambiado; tierra montañosa, palmares aquí y allá, saltos de agua por los barrancos; senderos y malezas por doquier, vegetación más o menos tupida y panorama más o menos dilatado, pero de matices semejantes, de un verdor siempre profundo, no ofrecía marcado contraste con los que dejábamos atrás; sin embargo, la ardiente imaginación de los orientales se complacía en hallar aspectos diversos al verse reflejados en las cristalinas corrientes del Hatibonico, cuyos ribazos venían a ser los umbrales de unas tierras halagadoras, embellecidas por el encanto de la conquista. ¡Las Villas:! -¡ya estamos en Las Villas!- estas exclamaciones salieron de casi todos los labios. A nuevo teatro, peripecias nuevas. Iba en la vanguardia con la caballería de Sancti Spíritus, el general Gómez, llevando flanqueos por la derecha, por hallarse a este lado y próximo al río, el destacamento español de Iguará, cuando fue avisado por un campesino de que había pernoctado una columna en dicho lugar, la cual retornaba a la plaza de Sancti Spíritus, hallándose probablemente en marcha en aquellos momentos; agregó el mensajero que llevaba muchas acémilas. Gómez envió un ayudante a Maceo, que se encontraba aun en el vado del río, para decirle que no quería desperdiciar la ocasión de batir aquella columna; y entretanto situó las fuerzas de vanguardia por el frente, ocupando las faldas de una colina junto al camino de Sancti Spíritus, el que necesariamente tenían que llevar los españoles si resultaban exactos los informes del campesino"...


4 de diciembre de 1895 - Fomento


"Después que la Sanidad hubo desempeñado su noble misión, y de haberse dispuesto el traslado de los heridos a sitio seguro, con lo cual dieron comienzo las durezas de la guerra (las despedidas entre amigos y camaradas, entre los que quedaban al borde de la tumba y los que iban a desafiar la muerte), levantamos las tiendas para seguir la marcha por el territorio de Sancti Spíritus, todo él montuoso, como la mayor parte de Las Villas, pero feraz y pintoresco, y muy abastecido de ganado. Grandes manadas de reses pacían tranquilamente junto al camino real, o sesteaban al pie de umbroso follaje, en fraternal sociedad con los potros y mulos cerriles, que miraban estupefactos las largas hileras de sus semejantes marchando a paso ordenado, oprimidos por los jinetes, o huían a campo traviesa como presintiendo la suerte que les aguardaba al echarles los flanqueadores el dogal para que entraran en quinta; todo aquello sería presa de la guerra devastadora. Dos años después no quedaría un solo rumiante de tantos miles como allí pastaban, ni un solo caballo, ni una sola cría, ¡ni vestigios siquiera de tanta abundancia y fecundidad! ¡Todo estaría devorado! Unicamente la tierra generosa seguiría produciendo con igual esplendidez y vigor, insensible a las perturbaciones de las luchas humanas. Los que no conocíamos la comarca villareña, forjándonos acerca de su estructura una imagen completamente distinta de la realidad, experimentamos una impresión desagradable al vernos caminantes por un país rodeado de lomas, altas y peñascosas unas, escalonadas otras y cubiertas de vegetación, y más allá, picos sobresalientes cortando el espacio, en el fondo del luminoso horizonte. El sol nacía y se ponía alumbrando un paisaje siempre agreste. Para los orientales, que esperaban ver cosas nuevas, el encanto desapareció totalmente en presencia de aquel panorama montañoso, que parecía calcado en las tierras de Cambute"...


11 de diciembre de 1895 - Manicaragua


"Tras una marcha de siete horas consecutivas por caminos no menos pedregosos que los de ayer, nos hallamos descansando en el delicioso valle de Manicaragua, albergue de muchas familias cubanas, que con indecibles muestras de júbilo saludan la llegada del ejército libertador y le brindan cariñoso hospedaje. Las mujeres y los niños, desde los umbrales de sus viviendas, se disputan el placer de dedicar algún obsequio a nuestros soldados; los hombres piden un arma para acompañarnos, no la hay, y se alistan sin ella. Palpita aquí el corazón cubano. Apenas ha sonado el toque de derecha e izquierda, cada casa se ha convertido en bullicioso vivac donde humean los calderos repletos de viandas, y departen, al amor de la lumbre, campesinos e insurrectos. Las mozas se encantan oyendo la vena del soldado oriental. Son estas montañas los cuerpos avanzados del gran campamento de la insurrección en Las Villas; cada altura es un mirador excelente, cada mole un puesto de seguridad, cada picacho una trinchera insorprendible, y la diversidad de estos puntos de exploración y defensa, con los encumbrados montes que circuyen el valle, forman el más abrigado campo militar del departamento central. Bastará, pues, un grupo de hombres resueltos para sostener la batalla irregular de escaramuzas y emboscadas, por entre desfiladeros y veredas inaccesibles para el soldado español, quien gastará inútilmente su vigor tratando de arrollar a un enemigo sutil, que tan pronto acomete como se escurre, de repente se sustrae y del mismo modo se multiplica, desparramado por el bosque. La mejor acción aparecerá deslucida para el ejército regular; cuando el tiroteo del insurrecto no le ocasione mella, la fatiga será causa del quebranto y motivo suficiente de retirada: de todos modos, bajas. El astuto mambí, poco ha expugnado de su campamento, volverá ileso al mismo sitio, reparando diligente los desperfectos que hayan ocasionado los españoles, y las aguerridas tropas que penetraron hasta allí cubriéndose de gloria, emprenderán marcha retrógrada para sus ciudadelas, más ganosas de descanso que de adquirir laureles a ese precio. Tal sucedió en las acciones del 11, 12 y 13 de Diciembre, en que una fuerte columna de las tres armas, admirablemente dirigida por un jefe valeroso y tenaz, vióse obligada a contramarchar para sus cuarteles de Manicaragua, después de titánicos esfuerzos encaminados a la ejecución de un objetivo de fácil logro sobre el tablero hipotético, midiendo distancias con el compás y situando los peones con la mano, pero impracticable sobre el teatro real de la fragosa Siguanea. "...





Las Villas

15 de diciembre de 1895 - Mal Tiempo


"En el descenso a las llanuras de Cienfuegos se emplea toda la mañana de hoy (14 de Diciembre). La caballería anda despacio por estas vertientes peligrosas. El semblante de los soldados orientales revela la gran emoción que despierta lo desconocido. En cambio, el villareño se muestra animoso y locuaz; está en su teatro: va señalando los diversos puntos que surgen de la llanura a medida que se ensancha el panorama. Se oye aun el rumor de las cascadas de la Siguanea que desaguan en el lago azul del cafetal. El mundo alado saluda el despertar de la naturaleza con un concierto de notas que parece un himno de gloria. ¿Volveremos algún día a subir estas lomas con nuestra bandera triunfante? ¿Retornaremos a Oriente con nuestro caudillo victorioso, para afirmar la libertad sobre las bases de la razón y del derecho, una vez ganada la batalla a sangre y fuego ?... ¡Quién ahora podrá descifrar lo porvenir! Penetramos en la comarca de Cienfuegos por Barajagua, que puede considerarse como el limite de la invasión de Gómez en 1875, pues sólo algunos pelotones de caballería ligera, mandados por Reeve (el Inglesito), se corrieron hasta Colón, para caer poco después en Yaguaramas ese intrépido oficial. Hacemos alto en Guamá de las Cruces. El aspecto de la campiña ha cambiado por completo. El monte abrupto y formidable se alza a nuestras espaldas, pero ya lejos: sólo se ve el telón majestuoso de la cordillera"...


18 de diciembre de 1895 - Cienfuegos


"Frescos los laureles de la victoria y enardecido por el entusiasmo, nuestro ejército se dispone a tomar la ofensiva anunciándose por todas partes con las llamaradas de los campos que incendia a su paso, y con el ruido ensordecedor, propio del siniestro, que semeja el estruendo de descomunal batalla. Arden los cañaverales de la zona más poblada y rica de Cienfuegos, en donde el pánico cunde con la rapidez de la inmensa combustión que devora las más sólida, fortunas, la riqueza territorial vinculada en los grandes ingenios, y es pregón aterrador de una bancarrota inevitable. Todo está a merced del poder revolucionario, el gran demoledor de los privilegios sociales que, armado y terrible, se propone nivelara todo el mundo ¡con la tea! para que el escarmiento sea cabal. ¡Qué enseñanza más ejemplar!: un grupo de hombres obscuros, gente anónima, negros, que ayer salieron de la esclavitud, disponen ahora de la propiedad, de la tierra pingüe, del feudo productivo y lo arrasan a tizonazos. Al día siguiente de Mal Tiempo nuestros exploradores cruzaron algunos tiros con la guerrilla de Santa Isabel de las Lajas en las inmediaciones de este lugar, pero cayéndole nuestra vanguardia decidió el lance a cuchilladas. En este hecho de armas ocurrió un incidente que pudo traer fatales consecuencias para el general Maceo; al tirar éste una estocada a un guerrillero que se le interpuso en el camino, se le desbocó el caballo tomando la dirección de Santa Isabel, casi a la vista de los fortines del pueblo; pero algunos oficiales, viendo el peligro que corría nuestro caudillo, echaron sus caballos al galope, y consiguieron llegar antes que él al pie de las trincheras enemigas"...

Thursday, January 20, 2011

La Campaña de Invasión - Tercera Parte

La Campaña de Invasión - Tercera Parte
La Campaña de Invasión por José Miró


Matanzas

20 de diciembre de 1895 - A orillas de Hanábana


"Los dos escuadrones de Matanzas que por orden del Cuartel General salieron a provocar al enemigo, alojado en las fábricas de Lequeitio y de Lagunitas, no habían regresado de su excursión al emprender marcha nuestra columna a las siete de la mañana del día 20; hora en que se oía fuego de fusilería por aquel rumbo. Evidentemente, los españoles estaban prevenidos, y no era falso el rumor, propalado con insistencia por el paisanaje, de que iban a maniobrar sin dilación contra el grueso insurrecto para que no penetrara impunemente en el distrito de Matanzas. Aunque las fuentes de donde partían dichos informes, no eran bastante autorizadas para infundir la convicción de que los españoles se resolvieran desde aquellos momentos a tomar una ofensiva enérgica, la conjetura, por lo menos, quedaba en pie, corroborada por las primeras escaramuzas. Parecía natural que no estando lejos el río peligroso, se abreviara el paso para atravesarlo y ganar terreno sobre la orilla opuesta, de no hallarse ocupada por fuerzas españolas pero la irresistible tentación que deparó en nuestro caudillo el aspecto de una llanura, a propósito para una galopada al machete, hizo retrasar la marcha y le brindó al enemigo la doble oportunidad de orientarse mejor y de resolver con éxito la operación iniciada. No dejándose ver por aquellos contornos, y habiendo cesado el tiroteo de nuestros escuadrones en sus escaramuzas con la tropa que salió de Lagunitas, volvimos a continuar la marcha al paso regular de la caballería y cruzamos el río Hanábana, sin contratiempo alguno. El cruce se efectuó por el sitio llamado Habanilla de muy fácil logro en la temporada de la seca, pero que en el período de las aguas se pone infernal, como todo el territorio que recorre el Hanábana, allí riachuelo le poco cauce y mísera corriente. Sus aguas son turbias y el terreno que fertilizan ofrece escaso fruto; la vegetación es pobre y de aspecto sombrío, que no bastan a desvanecer los adornos tropicales de las palmas regias. En estos lugares, la noche es doblemente triste y misteriosa, cualquier ruido amedrenta al viajero que ande solo, y si los abanicos del yarey se agitan, heridos por el viento, entonces parece que suenan descargas o que galopan patrullas en todas direcciones para echarse encima del caminante."...




Colón

21 de diciembre de 1895 - Colón


“La jornada del día anterior había sido de doce leguas, en lo que respecta a la distancia recorrida de uno a otro campamento, pero las horas de faena, entre las empleada, en la función militar y en el camino, llegaban a quince cabales; de esta manera: cinco horas por la mañana, dos de descanso en la finca la Colmena antes de empezar el debate formal, y diez continuadas después, repartidas entre el campo de la acción y la marcha de noche hasta el Desquite; ruda jornada, en verdad, pero que solo era el prologo de las violentas y reñidas que nos esperaban en el territorio de Matanzas. Al clarear el nuevo día (21 de Diciembre), mientras se organizaba la formación bajo el orden prescrito por el Cuartel General, para en seguida despachar el cuerpo de vanguardia, un grupo de soldados españoles se metió de improviso en el campamento, tratando de alcanzar a otro de los nuestros que salió por las inmediaciones en busca de caballos y comestibles sin la autorización correspondiente. Como en aquellos instantes se retiraban los puestos avanzados, aparte de que el campamento no estaba del todo vigilado, fácil les fue a los perseguidores penetrar por una de sus avenidas y romper un fuego violentísimo al encararse con los primeros grupos que acudían a la formación. Al pronto, pudo creerse que se trataba de fuerzas considerables, de toda una columna que entrara a paso de ataque -tan nutrido era el tiroteo- por lo que el clarín toco a degüello y el machete dio cuenta de los catorce españoles que se arriesgaron a atacar una masa de dos mil hombres armados, aun cuando lo hicieron bajo la convicción de que iban a batir un corto número de insurrectos. Se defendieron heroicamente, de un modo tal, que admirados los cubanos de su arrojo les brindaron la vida que iban a perder, considerando lo inútil de su resistencia; pero fue en vano: ¡murieron disparando sus fusiles! Replegados en un espeso palmar, contiguo a las casas del Desquite, agotaron las municiones. El último de ellos, apoyándose en el tronco de una palma, disparaba el maüser con la furia de una ametralladora. Nunca el follaje que simboliza la gloria, cubrió con más galanura el cuerpo de un héroe que al caer desplomado aquel gladiador debajo de la palma que le servía de escudo"...


Jovellanos

22 de diciembre de 1895 - Jovellanos


"Con todas las precauciones necesarias, porque se esperaba un ataque decisivo sobre una de las dos columnas invasoras, la que acaudillaba Maceo se puso en camino a las ocho de la mañana. Esta columna era más consistente que la dirigida por Gómez, pues el efectivo armado que siguió al General en Jefe al partirse la hueste invasora, no llegaba a 700 hombres; pero, en cambio, era mayor su impedimenta, así como el número de heridos graves (algunos de ellos iban en camillas), circunstancias que aumentaban las dificultades en la marcha, amén de los peligros. Según se ha dicho, el campamento de Santa Elena estaba situado dentro de un triángulo formado por líneas férreas, expeditas todas ellas, y era indispensable atravesar una de esas vías para dirigirnos al Norte de la provincia, hacia la jurisdicción de Cárdenas, objetivo determinado por Gómez y Maceo para ostentar de un modo indubitable el vigor de nuestras armas, y sembrar el pánico en las clases pudientes del país por medio de la destrucción de la cosecha de azúcar, quemando los cañaverales de todos las ingenios de Colón, Jovellanos y Cárdenas para que el conflicto fuese grande y aterrador. Las humaredas del siniestro ocasionado por la columna de Maceo, señalarían a Gómez nuestra ruta, y a la inversa; las columnas de humo que éste levantara a su paso nos advertirían su derrotero. No lejos de Santa Elena se hallaba España, con los hornos ya encendidos y con un destacamento para su custodia; y el pueblo de Cervantes, en los lindes de la finca de Romero Robledo, era de suponerse que contara también con guarnición. Más allá, hacia el Noroeste, se hallaba Jovellanos, punto de enlace de cuatro vías férreas. España, la España auténtica había derramado allí casi toda la pila bautismal de sus legendarias estirpes, para que el fuego de la Revolución redujera a pavesas sus ridículos blasones"...


Municipio de Guamacaro

23 de diciembre de 1895 - Coliseo


"Era indudable que Martínez Campos al decidirse a operar personalmente contra el grueso de la insurrección, lo hiciera con el mayor número posible de elementos tácticos, no sólo para darle solidez al cuerpo de ejército que bajo su mando personal iba a tomar la ofensiva, sino para consolidar la victoria con la persecución de las pequeñas fracciones que quedaran diseminadas por el territorio, después del quebranto que sufriera el núcleo invasor. Ignorando el día 23 lo ocurrido en el pueblo del Roque y fijándose únicamente en el rumbo que podía llevar la invasión en la tarde del día anterior, es de suponerse que dictara las órdenes necesarias para que concurrieran a la operación las columnas de Prats, García Navarro, Aldecoa, Luque y Suárez Valdés, señalándoles como punto de reunión el mismo Cuartel General de Jovellanos. La jornada no era ruda ni mucho menos, puesto que las distancias en aquella zona son relativamente cortas, podían además minorarse con los ferrocarriles, y el tiempo era inmejorable: los caminos estaban en polvo. Dichas columnas moviéndose con actividad en la mañana del 23, podían muy bien al mediodía hallarse en Jovellanos, o en Coliseo a las cuatro de la tarde, y es seguro que alguna de ellas se hubiera encontrado con Gómez al dirigirse éste hacia el Norte de la provincia en busca de Maceo. Hasta el 24 no concurrieron al campo de la acción, ya ventilada, para practicar entonces inútiles pesquisas. No conociendo Maceo la situación de Gómez, y algo inquieto por la carencia de noticias oficiales, pues si algunas circulaban eran de origen sospechoso, montó a caballo desde muy temprano para indagar con exactitud el rumbo del general en jefe y ver la manera de unirse a él en todo el día. Para ello se dirigió sobre la línea de Jovellanos a Matanzas, resuelto a cruzarla, y a contramarchar después por el Sur de esa línea, si antes no adquiría informes fidedignos del general Gómez; pero coligiendo que éste iría remontándose hacia la jurisdicción de Cárdenas, a menos que obstáculos insuperables no se lo impidieran de momento; esos obstáculos no habrían de ser otros que un choque con alguna de las divisiones de Martínez Campos, y en ese caso los truenos avisarían la dirección de nuestra caudillo. Soplaba el viento de la fortuna de un modo muy pronunciado para nuestras armas, y él despejaría en breve el mal cariz de los acontecimientos, a la manera que se dispersan las brumas de la mañana cuando el sol las bate en firme"...



Municipio de Jagüey Grande

24 de diciembre de 1895 - Crimea


"Realizada la atrevida incursión por el Norte de Matanzas con el asombroso éxito que hemos visto en la crónica precedente, no era ya temerario propósito arrostrar los obstáculos de otra incursión análoga por el centro de la provincia, como complemento de nuestra marcha triunfal por un territorio militarmente ocupado por las fuerzas españolas, con lo cual no sólo se acreditaría una vez más el empuje de nuestras armas, sino que, de llevarse a cima la nueva excursión con la brillante fortuna que las anteriores, se traería a remolque el ejército de Martínez Campos, aun cuando utilizara los medios de transportes más rápidos para tratar de ganarnos la delantera, porque la práctica iba enseñando que no era la velocidad del ferrocarril lo que apresuraba las marchas, sino el valor que al tiempo sabían darle nuestros caudillos para quienes el descanso era el pretexto que alegaban los perezosos. Habiendo pernoctado en Coliseo la división que dirigía personalmente el general Martínez Campos, era lógico presumir que tomara el camino de Sumidero para indagar con toda exactitud nuestro rumbo, siempre bajo la suposición de que pudiéramos aproximarnos a la capital de la provincia e intentar allí un golpe de mano. La ciudad de Matanzas no contaba con medios bastantes de defensa para librarse de una acometida, y eso aparte, el recelo de los españoles que abultaba extraordinariamente el valor real de los sucesos en la gran ansiedad de aquellos días, les hacía ver en todas partes la mano del laborantismo distribuyendo proclamas incendiarias y cartuchos de dinamita, y como es consiguiente, a la población amenazada de una catástrofe, si los insurrectos se corrían por los alrededores. Pero sobre ninguna de esas eventualidades debía basarse una operación ofensiva del ejército invasor; eran sólo datos o antecedentes para encaminar el adversario a su objetivo determinando, así como tampoco podía darse asentimiento al rumor de que el general en jefe del ejército español se dirigía a la ciudad a raíz de la acción de Coliseo, temeroso de que los partidos políticos lo sometieran a un consejo de guerra"...

Wednesday, January 19, 2011

La Campaña de Invasión - Cuarta Parte

La Campaña de Invasión - Cuarta Parte

La Campaña de Invasión por José Miró

26 de diciembre de 1895 - La Ciénaga

“Los heridos que nos habían causado las tropas españolas en la zona de Colón y en el combate de Coliseo, venían aun en nuestra columna porque no se creyó prudente dejarlos en los territorios recorridos hasta entonces, en atención a que el enemigo no respetaba nuestros hospitales de sangre contra todas las leyes humanitarias, siempre en cambio cumplidas por el ejército cubano: una y otra declaración serán plenamente demostradas en lugar oportuno. Ahora sólo citaremos el hecho de que el general Maceo devolvió a Martínez Campos 22 soldados heridos, abandonados por el caudillo español en el campo de Peralejo, y en contraste con este acto generoso, hacemos mención de los asesinatos cometidos por el general Canellas en la zona de Ramón de las Yaguas, a raíz del combate de Sao del Indio. Los horrores perpetrados por el coronel Molina en Matanzas, los expondremos al publicar el largo catálogo de los crímenes que autorizó el sucesor de Martínez Campos, por más que el aludido Molina, se distinguía ya como veterano en la infame carrera que inmortalizó a Wéyler"...





Matanzas

29 de diciembre de 1895 - Calimete


"Nos toca describir una de las jornadas más serias de la invasión, la más cruenta, al menos, para nuestras armas, en la que si la victoria se mantuvo indecisa, la cuantía de las pérdidas sufridas, su número y su calidad nos colocó al borde de un verdadero desastre, del cual nos salvamos a prodigio; tal vez por los efectos mismos de la impresión del peligro inminente al que nos vimos abocados, y que nos obligó a redoblar la vigilancia, el esfuerzo, la actividad y el valor para resolver rápidamente la crisis, y no ceder al enemigo el terreno conquistado con la sangre de nuestros heroicos soldados. Aunque la hora en que terminó la jornada del día anterior, no era la más oportuna para examinar la situación topográfica del campamento, por previsión, el general Maceo adoptó todas las precauciones necesarias para colocar el vivac al abrigo de una sorpresa; inspeccionó personalmente los retenes y puestos avanzados para tener la convicción de que se habían cumplido en absoluto sus postreras instrucciones. Casi toda la noche se la pasó en vela, conferenciando a ratos con el General en jefe, con el general Serafín Sánchez y otros oficiales de alta graduación sobre los graves problemas que en aquellos momentos embargaban la atención del ejército, pues el presagio de que nos hallábamos en vísperas de una jornada decisiva había cundido rápidamente en las filas, y ese estado de ánimo, tantas veces precursor de terribles sacudimientos, se exteriorizaba en todas las conversaciones y en el semblante mismo de los soldados más valerosos. Con efecto, recorriendo el extenso vivac a altas horas de la noche, se percibía el sordo rumor de la gente desvelada y previsora, que, bajo el pretexto de espantar el frío, cuchicheaba al pie del fogón sobre la proximidad de la tormenta. Pero de este estado de vigilia supo aprovecharse Maceo, haciendo que las tropas tomaran las armas al apuntar el día; colocó la vanguardia en actitud de abrir el fuego, si el ataque del enemigo se iniciaba a aquella hora. Esta precaución, tan atinada, produjo el resultado eficaz de toda medida bien dispuesta, porque los españoles hallábanse ya preparados para el combate desde el amanecer y sólo esperaban que se despejara la neblina para atacar de frente y con vigor nuestro campamento, como así lo intentaron; pero su primera línea de tiradores, al romper el fuego sobre la guardia que vigilaba el camino de Calimete, se encontró con otra resistencia más sólida que contuvo de momento la impetuosa acometida de aquella fracción. Al espectáculo imponente de la batalla, precedió un episodio tétrico y repulsivo"...

30 de diciembre de 1895 - Iberia












Habana

1º de Enero de 1896 - Habana


"La alborada la anunció la banda militar con el Himno invasor para que la tropa despertara festiva, y supiera por anticipado que la pólvora que iba a quemarse en ese día memorable, haría trepidar el suelo de la región Occidental. Nuestro campamento se hallaba muy próximo al pueblo de Alacranes (entonces Alfonso XII), en donde había pernoctado una de las columnas que custodiaban la vía férrea de Unión de Reyes, punto éste de enlace de las líneas de Matanzas y Habana, y por consiguiente, base de operaciones del ejército español porque desde allí se vigilaban los límites de las dos provincias por el Sur, a la vez que importantes fincas azucareras, especialmente las Cañas y la Conchita, dos emporios de riqueza no descombrados aun por la tea niveladora. Los españoles, que oyeron perfectamente nuestra alborada musical, se dispusieron a ejecutar una de guerra antes que levantáramos el campo; puesto que al despuntar el sol se hallaban ya encima de nuestros centinelas, iniciando el debate con mucho calor. Pero no habían sorprendido el campamento, como tal vez hubieron de sospechar en los primeros instantes de aquella función parcial, porque nuestra tropa estaba sobre las armas desde muy temprano, y la vanguardia ya en camino, desfilando precisamente por las inmediaciones del poblado del Estante para ir a explorar el ramal que unía a Alacranes con uno de los ingenios mencionados. La columna española no llegó a divisar nuestra vanguardia, toda vez que no le opuso resistencia al acudir al sitio de combate, ni pudo evitar que algunos pelotones se metieran en el caserío y cargaran con todo. Parapetada detrás de una cerca, y ganando terreno hasta situarse sobre una de nuestras alas, hizo fuego de fusilería muy nutrido, y evitó que los escuadrones que lanzó el general Gómez a la carga, desconcertaran su primera maniobra; pero nuestra infantería, ocupando entonces uno de los caminos paralelos al baluarte que tenían los españoles, sostuvo con admirable tesón la polémica, dirigiendo descargas muy certeras por compañías y por secciones a la voz de mando de sus aguerridos oficiales, que supieron imprimir todo el carácter de un fuego ordenado y terrible a la línea de sus cazadores. Los hermanos Ducasse, que mandaban nuestra infantería, debieron sentirse orgullosos ante la elocuente muestra de instrucción militar que daban los soldados, firmes en su puesto, rodilla en tierra, imperturbables, y cada vez más activos en el manejo del fusil."...


2 de enero de 1896 - El Mayabeque


“Si hasta ahora hemos presenciado episodios famosos, proezas insignes y jornadas militares de inmenso valor, que pocas veces repetirá la historia de ningún pueblo; sucesos, pues, extraordinarios, cuya narración ha causado asombro en el mismo cronista, del nuevo cuadro que nos toca describir pudiera decirse que era un invento caprichoso del narrador, una composición novelesca urdida con las patrañas de héroes apócrifos, si no fuera de una realidad histórica comprobada, y todo el relato rigurosamente auténtico. Porque, ¿cómo no ha de rayar en lo inconcebible la ejecución de una empresa militar bajo todos los aspectos irrealizable? ¿Cómo no ha de sorprender la realización de una obra que a todas luces parecía imposible de acometer? ¿Quién que conozca la provincia de la Habana, sus medios de defensa, la gran densidad de su población, y esté en antecedentes de los formidables recursos que tenía acumulados el jefe del ejército español, podrá creer que las huestes insurgentes se atrevieran a penetrar en ese territorio, atravesarlo de uno a otro confín, ocupar pueblos de importancia, desarmar guarniciones, amenazar la capital en son de burla y obligar a Martínez Campos a encastillarse en las fortalezas inexpugnables del Morro; y aumentando el desorden en aquella cabeza insegura, hacerle adoptar la resolución de emplazar baterías en las calles y ramblas de la ciudad para defender el palacio de la Capitanía General y las dependencias a él anexas? ¿No es un hecho inaudito, inconcebible, que la posteridad podía tener por novelesco, si la historia no se cuidara de narrarlo con todos los pormenores, y de comprobarlo además con todos los documentos oficiales del partido opositor?... El sencillo relato que vamos a exponer en estas páginas, no dará idea cabal de la empresa militar, pero, sí, fijará los hechos tal como sucedieron, y revelará algunos detalles interesantes, que acaso sirvan algún día al verdadero historiador de nuestras luchas por la independencia"...



Tuesday, January 18, 2011

La Campaña de Invasión - Quinta Parte




“Difícil es imaginarse el alborozo que sentían nuestras tropas con los triunfos recientemente adquiridos, y lo dispuestas que se hallaban a renovarlos a cualquier precio; pero el que hubiera conocido el vasto y arriesgado plan ofensivo que se proponía desarrollar el general Maceo, tal vez sintiera menguar el entusiasmo y el valor al recapacitar sobre los graves y continuados peligros que nos esperaban en la nueva expedición por el territorio de la Habana. Pretendía nuestro caudillo atravesar la línea de Batabanó, no con el objeto de encaminarse por el Sur de la provincia a Pinar del Río, proyecto de fácil realización después de haber forzado dicha línea, sino para remontarse al Norte de la Habana, ocupando todos los pueblos que encontrara a su paso, amenazar la capital y llevar la invasión a Pinar del Río, no sin dejar establecida una base de operaciones en la provincia de la Habana: el croquis era bello y grandioso, pero su ejecución tenía el aspecto duro de las cosas invencibles"...

7 de enero de 1896 - Hoyo Colorado

Bauta - Hoyo Colorado

“La invasión de las provincias de Matanzas y la Habana, aunque coronada por el éxito más sorprendente, habíase efectuado con suma rapidez para que pudiera asegurarse que la Revolución quedaba ya afirmada por la sola influencia de los principios o por los efectos fascinadores de la victoria. El progreso visible de nuestras armas atestiguaba de un modo cabal que el enemigo no tenía habilidad suficiente para hacer fracasar nuestras operaciones, puesto que las más arriesgadas se ejecutaban a su vista con prodigiosa fortuna, y las más arduas con singular precisión; pero ello no significaba el quebrantamiento de las armas españolas, ni el cansancio de la metrópoli (más dispuesta que nunca a asombrar al universo con un alarde de virilidad jamás imaginado), ni en manera alguna el triunfo de la causa revolucionaria por el sólo esfuerzo de los combatientes: era un triunfo momentáneo, que podía convertirse en sólido y eficaz, si en ese período deslumbrador de la invasión, el país respondía en masa al impulso patriótico y anteponía a todos los intereses materiales el sagrado interés de la patria. Nuestros caudillos no podían entregarse a las necias ilusiones del mundo vocinglero que nos admiraba desde el interior de la ciudad y que hacía llegar hasta nosotros, con el eco de sus parabienes cortesanos, algún croquis de las fortificaciones del castillo del Príncipe o de las baterías del Morro; item más, asegurándonos formal, categórica y técnicamente que la toma de la Habana era cuestión de cuatro tiros: entrar por la calzada del Luyanó y posesionarse de la capitanía general en un santiamén. El patriotismo de los hojalateros siempre se ha manifestado del mismo modo: con exageraciones y necedades"...


“No quería Maceo inaugurar la campaña de Pinar del Río sin el complemento de una función estrepitosa, diurna o nocturna, en cualesquiera de las barriadas de la capital; la hubiera preferido nocturna, porque los efectos de la iluminación y los estampidos de la pólvora sonarían con mayor viveza; pero concibió el pensamiento de ejecutarla a pleno sol, en virtud del ineficaz resultado de las últimas exploraciones. Con ese fin, hizo que las tropas tomaran las armas al romper los claros del día, para que hubiera tiempo y oportunidad de examinar el campo en que habría de efectuarse la algarada, cuyo estruendo llegaría hasta el parque central de Habana, y se pondrían en evidencia no sólo los defensores de la integridad, sino también los literatos autonomistas. Con esta denominación singular comprendía Maceo a los simpatizadores platónicos que se llamaban agentes de la revolución dentro de las ciudades, para no ir al monte, y se jactaban de prestar mayores servicios a la causa de la Independencia que los soldados heroicos que daban su vida en el campo del honor"...


Cabañas

“El mismo día en que principió la campaña de Pinar del Río, las columnas españolas que operaban sobre la carretera de Guanajay y tenían la misión de defender los pueblos limítrofes, no pudieron evitar el asalto y toma de Cabañas, villa de renombre por su riqueza territorial y activo comercio. Las fuerzas invasoras, después de haber cruzado la angostura del Mariel, se dirigieron al valle de Cabañas para imponer la autoridad de la revolución a los ingenios y caseríos del término que no se hubieran enterado de los mandamientos que pregonaban las trompetas del invasor. En esta primera excursión visitamos varias fincas azucareras, Begoña, Regalado, y San Jacinto, entre otras, de menos importancia, haciendo saber a los propietarios y mayorales que la zafra estaba terminantemente prohibida por el gobierno de la república, pero que las vidas y demás intereses serían respetados por la revolución siempre y cuando los individuos, ya notificados, no procedieran con alevosía. Los mismos hacendados nos dieron informes del estado de los ánimos en el término municipal de Cabañas, así como de que se hallaban en son de guerra algunos grupos insurgentes capitaneados por Pedro Delgado; demostración palpable de que por allí germinaba el ideal separatista. También nos dijeron que varias columnas españolas vigilaban la zona, y que, probablemente, tendríamos un choque, ese mismo día, con alguna de ellas. La espontaneidad con que nos fueron comunicadas estas noticias, de verdadero interés, indicaba, cuando menos, que la opinión de las personas de más arraigo no era hostil a nuestra causa"...

Mantua

“El día 15 nos aproximamos a Pinar del Río, la capital de la provincia. Para ello hubimos de efectuar una jornada considerable por el corazón de la sierra, camino de cabras monteses. A las diez de la noche llegamos al caserío de Pilotos; el vecindario nos dispensó toda clase de atenciones. El 16 cruzamos la vía férrea, que, como es consiguiente, estaba interrumpida en diferentes tramos, desde San Cristóbal a la ciudad, y nos situamos en Paso Viejo, sudeste de la capital, a muy corta distancia de los cuarteles españoles. En Paso Viejo se incorporó Bermúdez, con tres escuadrones completos de gente aguerrida. Maceo le tomó cuentas de la conducta que había observado desde su separación de la columna central en la provincia de la Habana, y como es de presumir, Bermúdez se disculpó con la lección, ya sabida de memoria, de que había perdido el rumbo desde las cercanías de Güines, y no sabiendo qué camino adoptar para reincorporarse al cuerpo general, se adelantó dos jornadas al núcleo invasor, creyendo que tendría oportunidad muy en breve de disculpar su conducta. Las depredaciones, que él no ocultaba, eran obra exclusivamente de Cayito Alvarez. Maceo aparentó convencerse, pero despachó una comisión para capturar a Cayito Alvarez, a fin de carearlo con Bermúdez, y proceder a la ejecución del culpable, cualquiera que éste fuese. Cayito Alvarez se evaporó de Pinar del Río; como una exhalación atravesó los territorios de la Habana y Matanzas, sin parar hasta los montes de Santa Clara. Todos los correos que posteriormente envió Maceo, quedaron sin contestación"...


Monday, January 17, 2011

Películas mexicanas y el Cine en Cuba

Cine en Cuba

Síntesis del argumento de la película A los Cuatro Vientos: “El ascenso al triunfo de una joven cancionera pobre, al amparo de un rico empresario, le crea dificultades en sus relaciones sentimentales con un compositor de su misma condición social, de quien va a tener un hijo. En la angustia de la ruptura y a pesar de los esfuerzos del empresario por hacerla feliz, pierde la criatura y más tarde la voz. Ayudada por sus amigos vence el complejo de no poder cantar y se reintegra a los escenarios. El compositor, que la cree traidora a su amor, le aparenta desprecio y ella hace lo mismo con él, hasta que por fin y gracias a una gestión del empresario que en un principio tenía malas intenciones pero que cambia su actitud- vuelven a reunirse, se reconcilian y son felices.”



Cine en Cuba

Síntesis del argumento de la película Yo no Creo en los Hombres: “Una joven oficinista está enamorada de un hombre rico dominado por las bajas pasiones. Bajo el efecto de bebidas o drogas abusa de ella y cuando ésta se da cuenta, lo desprecia. Cuando el hombre va a casarse con una millonaria, la oficinista se da cuenta que va a ser madre y aunque el hombre se entera, niégase a reparar su falta. La muchacha es arrollada y a consecuencia de esto pierde el hijo. El causante del accidente se enamora de ella y le propone matrimonio. Cuando lo sabe el antiguo novio, se vale de un ardid para que la joven vaya a su casa y así abusar nuevamente de ella, pero ésta lo mata. El nuevo pretendiente que es abogado, la defiende en el juicio y logra que la absuelvan, no sin antes intentar la mujer suicidarse al creerse olvidada por él.”



Cine en Cuba

Síntesis del argumento de la película El Aguila Negra: “Con el fin de averiguar quién es el asesino de sus dos hermanos y del padre de su novia, un hombre se convierte en el Aguila Negra, famoso bandido que roba para ayudar a los pobres y en general se dedica a deshacer entuertos. Al fin se descubre que el culpable de todo es el cacique del pueblo, siendo apresado en el momento de salir de la iglesia donde acaba de contraer matrimonio con la antigua novia del Aguila Negra. Horrorizada la joven al saber que su marido es el asesino de su padre, se marcha; y el Aguila Negra, rehabilitado, regresa a las montañas.”



Cine en Cuba

Síntesis del argumento de la película Al Diablo las Mujeres: “Rosita, electa para Presidenta Municipal, quiere poner orden en el lugar y terminar con los abusos, pero los hombres, indignados de ser gobernados por una mujer y para obligarla a renunciar, traman una serie de cosas, capitaneados por dos primos, uno de los cuales ama a la joven. Todo resulta inútil. Sin embargo, unas vacunas contra la tosferina que Rosita ha encargado para que les sean puestas a todos los niños del pueblo, son cambiadas por unos malvados que quieren cobrarse así el que ella les haya obligado a pagar un fuerte impuesto. Como consecuencia enferman los niños y se forma gran alboroto. El enamorado de Rosita, arrepentido por todo lo hecho, acude en su ayuda y logra restablecer la tranquilidad. Rosita comprende que no está hecha para la política sino para el hogar y renuncia. El puesto es transferido a su enamorado con el cual se casa.”



Cine en Cuba

Síntesis del argumento de la película Caballero a la Medida: “Para salvar al dispensario donde trabaja su novia que es asediada por el usurero Simón, Cantinflas entrena a un sacristán para una pelea que resulta un fracaso. Como además de sastre de los pobres es modelo de una tienda de ropa elegante, su condición de hombre-anuncio impecablemente vestido, le permite hacer amistad por accidente con un millonario decepcionado de sus riquezas. Gracias a este encuentro, el dispensario, muchos pobres y la iglesia podrán progresar. A todo esto se llega cuando el millonario demuestra la inocencia de Cantinflas, acusado de asesinar al viejo Simón para robarle la gruesa suma cuyo origen el protagonista no se atreve a descubrir por pena de que el rico sepa que él es un pobre y todo se venga al suelo.”




Cine en Cuba

Síntesis del argumento de la película Cabo de Hornos: “Al llegar a puerto, el Capitán de un barco ballenero conoce a una joven de conducta moral reprensible, que excusa y explica con un fatalismo que la obsesiona, de que toda su familia muere víctima de un hecho extraordinario de la naturaleza. El Capitán tiene dos aventuras con la joven y termina por ofrecerle matrimonio. Ella no quiere ser causa de su desgracia y rehúsa. Así se separan. Al hacer un viaje de exploración por el estrecho de Magallanes, se vuelven a encontrar pues ella es muy amiga del industrial jefe del ballenero. Al llegar al Cabo de Hornos los sorprende una tormenta y el barco naufraga confirmándose la superstición de los marinos sobre la mala suerte que traen las mujeres a bordo. Ella se niega a embarcar en el bote salvavidas y muere junto a su amado que como buen Capitán permanece en el barco.”



Cine en Cuba

Síntesis del argumento de la película Dios nos Manda Vivir: “La Superiora de un convento relata a una joven que se encuentra decepcionada de la vida y sin deseos de luchar, una historia que es la suya propia. Al mes de casada enviuda y es repudiada por la suegra. Quiere entrar en un convento pero no puede porque va a ser madre. Nace su hija. Accidentalmente y por salvar la honra, mata a un hombre y por ello cumple condena. Al salir de la cárcel busca un dinero que tenía escondido el muerto y pone un negocio que le proporciona una buena posición económica. La hija crece e influenciada por la abuela la desprecia y llega a amenazarla con divulgar su pasado y la procedencia del dinero, para que no se case con un hombre que la quiere hacer su esposa. Después que la hija se casa, entra en el convento. Esta va allí a pedirle perdón por todo lo que la ha hecho sufrir. La que oyó la historia entra de monja pues ya ha encontrado la razón por que Dios la manda vivir.”



Cine en Cuba

Síntesis del argumento de la película La Duda: “El Dr. Zaldívar, especialista en cáncer, se casa con una muchacha cantante de cabaret, a quien conoció en el instituto que él dirige, acompañando a su madre enferma de cáncer, a consecuencia del cual muere. También la ama el Dr. Núñez, joven médico del que a su vez está enamorada la hija del Dr. Zaldívar que es viudo. Por celos, ésta odia a su madrastra y hace creer a su padre que su esposa le es infiel. Como no lo cree y con el fin de demostrarlo, la hija se mata frente al hospital para atraer a la calle a su madrastra y al Dr. Núñez que se encontraban en un lugar cercano, aunque en una entrevista inocente, para que su padre los vea juntos. Convencido de que su esposa lo engaña, le hace creer que tiene cáncer como la madre y le sugiere la idea del suicidio. Para demostrarle su amor, ella se suicida, pero es salvada a tiempo. El Dr. Zaldívar reconoce su error y le pide perdón.”